viernes, 10 de octubre de 2014

Primer mes

Ya pasó un mes. Es impresionante lo rápido que se pasa el tiempo. Me doy cuenta de que estoy viviendo mil cosas nuevas, conociendo gente nueva todos los días. Lo estoy pasando tan pero tan bien que quiero que se pare el tiempo.

Este mes estuve cansada todos los días. Re cansada. Justamente, todas las cosas nuevas que ocupan lugar en la cabeza, aprender nuevas maneras de hacer las cosas –como inscribirse en las materias! Puntito para la FAHCE, acá es un lío terrible–, aprender de a poco el alemán, que va mejorando cada día, organizarse con horarios nuevos –ya son mayoría los días en que ceno entre las 20:00 y las 21:00hs. –, en fin… adaptarse.

Pienso que hace un mes que estamos acá y ya me pude dar el lujo de conocer Berlín. Qué lindo! Viajamos allá por cuatro días, Suzie, Vicky y yo. Realmente hay partes de la ciudad que parecen de película. De esos edificios, uno al lado del otro, casi igualitos pero de distintos colores, con flores en los canteros de las ventanas, con chicos en bici andando por la vereda, banquitos al sol frente a un lago donde la gente se sienta a leer, puentes por acá y por allá que te dan una vista súper relajante de árboles con hojas verdes, amarillas y rojas. Hermoso.

Alquilamos bicis y pudimos recorrer gran parte del centro de la ciudad. Fue una excelente idea, porque si no nos habríamos perdido de ver un montón de cosas lindas. Fue más un turismo callejero que otra cosa: nos faltaron los museos, por ejemplo. Vimos dos partes del muro, el monumento a los judíos, la Catedral, la torre de TV y Checkpoint Charlie; estuvimos en Tiergarten, en Berlín Tempelhof (antiguo aeropuerto, convertido en parque público) y en Alexanderplatz. En esta última se estaba festejando el Oktoberfest. Muchísima gente, tomando y comiendo al rayo del sol el 3 de octubre, feriado nacional en Alemania. Nosotras no queríamos ser menos así que nos buscamos un lugar para almorzar ahí. De un segundo al otro, Fernandita compró terreno. Alguna anécdota tenía que salir de Berlín! Metí el pie en un agujero, en una de las tablas del piso de la tarima donde estaban todas las mesas al aire libre. Metí la pierna hasta la rodilla. Qué tipa boba, para dejarlo en términos suaves. Me raspé de lo lindo la pantorrilla y me acordé todo el fin de semana (del dolor, porque la raspada me va a durar bastaaante más). Pero claro, esa no es la única: el último día, después de repetirme mentalmente mil veces “cuidado con las vías del tram, cuidado con las vías del tram”, no podía irme de Berlín sin que se me metiera la rueda de la bici en las vías del tram. Me caí con bici y todo encima. No me podía parar de la risa, qué tipa tonta.

Fue un viaje parcialmente vegano: Berlín está a full con los restaurantes veganos y vegetarianos. La primera noche comimos en Vöger, un sucucho con tres mesas nada más, pero donde comí el Döner más rico hasta ahora, con hamburguesa vegetariana. La segunda, restaurante vietnamita, para el que conseguimos una tarjetita de descuento de un venezolano que conocimos en el sucucho de la noche anterior. La última, Armando, uno de los recepcionistas del hostel, italiano, nos guió hasta otro sucucho, también súper peque, de comida sudanesa. Las tres veces fuimos las últimas que se fueron del local, y las tres veces nos pusimos a charlar con los que atendían. Cuál más simpático! Re lindo.

Me acuerdo de que nuestro primer jueves en Erfurt fuimos a una Stammtisch de español –una tertulia, como le dicen acá–. Nos pusimos a charlar con latinoamericanos que están acá hace por lo menos dos años. Y me acuerdo de que uno de ellos me dijo “esperá un mes y vas a ver que los alemanes no son tan simpáticos como decís”. La verdad es que todavía no me he encontrado con algún alemán que no nos quisiera ayudar, todos siempre con una sonrisa; en Berlín, dos veces tuvimos que parar a alguien en la calle para preguntar por direcciones y las dos veces estas personas sacaron su celular y se pusieron a buscar en el GPS para guiarnos hacia dónde ir. Igualmente, sé que pesa el factor “extranjero”. Erfurt no es una ciudad muy grande, y si bien hay gente de otros lados, se ve que todavía no están tan acostumbrados porque se nota que les llamamos la atención. En la calle o en el boliche, siempre encontramos a alguien que quiere conversar con nosotros.

Y con respecto a las salidas, venimos bastante tranquilos. Un domingo fuimos al zoológico; cuando estuvo el Oktoberfest estuvimos un rato también… bueno, un ratitito. El día que empezó el festival comimos un asado (salchichas, venado y costillas de cerdo, creo) con unos alemanes, amigos de Bárbara, y a las 22:30 nos fuimos para Domplatz, donde era la feria. A las 23:02 había cerrado todo. Nada de luces, nada de juegos, nada de música, nada de puestos abiertos, nada de nada! Sin darnos cuenta cerró todo! De ahí rumbeamos para acá y para allá. Ese día caminamos lo que nunca. A la 1 a. m. deja de pasar el tram y vuelve a pasar una vez por hora hasta las 4 a. m., más o menos; llegamos más rápido a la Uni caminando… ahora, en otoño. En diciembre me quiero ver, ahí sí que va a estar jodido… Mientras andaba por Berlín en bici pensé en conseguirme una para Erfurt. Pero cuando nos tocó andar a la nochecita estuvo difícil! Si había llevado tres mudas de ropa, creo que me puse todo lo que tenía. Y recién empieza el otoño… mamita!

En cuestiones de viaje, mañana vamos a Dresden. Esta vez es un grupo más grande; Cate, Cristina (otra de las italianas) y yo vamos mañana, pero hoy salieron para allá Anni, Anabella, Suzie y Matteo. Seguro que lo vamos a pasar re lindo. Hay que aprovechar el último respiro antes de que empiece lo pesadito.

Académicamente viene todo muy, muy bien (aclaro: todavía no empezaron las clases, así que no sé cuánto me durará la calma). Hace unos días tuve el examen de francés: B1 avanzado! Yo que esperaba tener apenas un B1, saqué 58 puntos. Me explicaron que si hubiera sacado 59 entraba directamente en B2 intermedio. Así que tengo un B1 súper avanzado. Estoy feliz! Hoy tuve el de inglés y tengo un C1 súper avanzado también. (Debería tener un C2? No sé, no importa, estoy contenta con el resultado!) Y todavía me acuerdo de los nervios para el de alemán: a ese sí que le tenía un poco de miedito. Pero también me sorprendió: A2-B1. Después de alrededor de 8 años de no hablar ni estudiar alemán, lograr un B1 en un mes es motivo de alegrías! De ahí, Frau Schramm nos sugirió a cada uno las materias que podemos hacer para seguir con el alemán: 16 horitas semanales!! Pero acá es distinto a lo que conocemos nosotros. La semana antes de empezar las clases, según la materia y según el profesor, uno se debe anotar o bien por Internet o bien mandándole un mail al profesor, “pidiéndole permiso” para ir a su materia. Esta es la inscripción informal. Acá entran en juego los puntos de los exámenes de lengua extranjera: quien no tiene X cantidad de puntos no puede hacer tal o cual materia –requisito del profesor–. Durante las primeras dos semanas de clases uno va a cuantas materias quiera, para ver si gustan, qué tal profesor, qué tal los contenidos, etc. Recién en la tercera semana comienza la inscripción propiamente dicha. Hay tantas materias re interesantes para hacer que no me alcanza la semana para ponerlas en mi horario… ya sé, soy una nerd total. Pero bueno, calculo que eso no se me va a ir más.

Estoy muy contenta. Re contenta. :)


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