domingo, 26 de octubre de 2014

Octubre se está pasando demasiado rápido

Empezaron las clases. Me tienen agotadísima. Las primeras dos semanas son para “probar” clases, a ver si te gustan o no, si el profesor “te acepta” o no, de acuerdo a tus conocimientos previos. Después de estas dos semanas hay que inscribirse oficialmente a las materias elegidas.

El domingo pasado conocí a mi familia de Fremde mit Freunden, un proyecto de la ciudad que reúne una suerte de “padrinos” y “ahijados” para charlar de cualquier cosa. Significa algo como “Extranjeros con amigos”. Robert y su esposa Mandy me invitaron a almorzar a su casa. Cocinaron un plato tradicional de Alemania, no me acuerdo el nombre, pero súper rico! Es ese plato con papa hervida, se hacen pelotitas y después se las hierve otra vez. Después, mientras la nena de un año y medio, Nele, divina, dormía la siesta, Robert y yo fuimos a la vuelta de su casa a Augustinerkirche, la iglesia donde vivió Martín Lutero. Aparentemente, Lutero un día caminaba (por la misma calle donde yo caminé!) y había una tormenta que parecía que se venía el mundo abajo. Con mucho miedo, le pidió a Dios que lo salvara, y de repente vio que justo al lado de donde estaba él en ese momento había una iglesia. Así fue que se convirtió en monje. Vimos donde durmió, su cama y la biblioteca de la iglesia (la más grande en Alemania).

Después volvimos y llegó Rose, la hija de Robert, de 15 años. Fuimos a tomar café con torta. Y querían llevarme a la catedral, porque les dije que todavía no había ido. Fue un día hermoso, y ellos son divinos. Todo el día hablamos alemán, porque no hablan mucho inglés y yo quería esforzarme… me cuesta mucho, y termino súper cansada después de tanto alemán. Estoy re contenta con ellos.

El viernes pasado se hizo la inauguración del proyecto este, en la casa de gobierno, y ahí me enteré de que Robert es un tipo bastante “importante”. Es uno de los dueños de Mohr Media, una compañía productora de documentales, películas, cortos para las noticias, etc. Y le preguntaron en el escenario (porque era uno de los invitados a subir y hablar sobre cómo su compañía coopera con el proyecto) si tenía un “ahijado” y dijo que sí, Fernanda, de Argentina –y pidieron que me levantara para saludar! Yo estaba roja como un tomate– y Robert dijo “wir sind sehr glücklich mit Fernanda”, que significa básicamente que están muy contentos conmigo. Qué lindo!! Lo que me puso un poco mal fue que, antes de pasar al tema de la compañía, dijo otras cosas, dos líneas quizás, sobre mí, y no pude entender! Me frustró bastante.

Hay días en que no quiero saber nada con el alemán. Me cuesta mucho. Siento que aprendo pero que aprendo lento. Y hay días en que no quiero ni pensar, porque arbitrariamente pienso en cualquier lengua. Cuando no sé cómo decir algo en una lengua X automáticamente paso a otra. Es involuntario, y cuando me doy cuenta me río, porque creo que estoy medio loca. Pero tanto pensar también me cansa. Clases de alemán, clases de español, clases de francés, inglés como lingua franca. También creo que todavía me estoy adaptando al ritmo de las clases y eso me cansa mucho. Y la verdad que me molesta bastante andar cansada todo el tiempo. El fin de semana estoy derretida, como que me pasó un camión por encima, y las horas se pasan rapidísimo. Igualmente, como dije hace unos días, nunca estuve tan contenta de ir a la facultad. Estoy yendo a la facu en Alemania… cuándo me imaginé esto yo? Y ya estamos casi en noviembre! No quiero que se pase más el tiempo.

Empezamos a dar clases de español con Vicky. A un grupo de chicos que no llegaron a entrar en el cupo de los grupos de español A1 (acá todas las clases son por cupo: clases de 100 personas? Nooo! Hasta 30, como muchísimo. La mayoría son de 20 y hay algunas de 10!). Entonces, nada oficial, Vicky y yo les damos clases dos veces a la semana, siguiendo a los demás grupos de A1 para que a fin del semestre puedan incorporarse a los grupos de A2 sin problemas. Y de paso, para nosotras es una práctica buenísima. Cada una por su lado, siempre dijimos que queríamos hacer algo así y de repente la jefa del departamento, Victoria de Dios, nos tiene bajo el ala. Y bueno, quién sabe, quizás hasta pueda conseguir un trabajo de eso por acá! Las vueltas de la vida…

Hoy es domingo y sigo cansada como si no hubiera pegado un ojo en dos semanas. Estoy cuidando la olla de agua caliente donde estoy “haciendo” dulce de leche con una lata de leche condensada… a ver qué tal sale.


lunes, 13 de octubre de 2014

Dresden

Y nos fuimos a Dresden!

Cate, Cris y yo llegamos a eso de las 3 de la tarde: ahora a buscar el S-Bahn que nos llevara hasta el hostel. Lo encontramos, subimos, bajamos, caminamos un poco más et voilá! Por suerte el hostel, Sushine Hostel, muy lindo y hasta teníamos cocina para nosotras! (para no decir que acaparamos la cocina para nosotras, ejem, ejem. De cualquier manera, no había mucha gente con quien competir!)… peeeero no andaba el Wi-Fi y resultó ser que estaba ubicado en un extremo de la ciudad. Bastante inconveniente, porque tuvimos que comprar tickets por día entero para el tram cada día.

Eran las 4 cuando terminamos de instalarnos. Hasta las 6 podíamos entrar a un museo gratis, al Stadtmuseum, así que queríamos llegar lo antes posible. Primer error: no quisimos pagar otro tram (todavía no habíamos comprado el daily ticket) así que nos largamos a caminar… que si uno está paseando no es un problema, pero si se quiere llegar a un destino rápido, no es la mejor opción. Estabamos bastante lejos y, para colmo, nos terminamos perdiendo. Estuvimos dando vueltas en Neumarkt, una plaza de la que se desprenden como cinco calles distintas. Le preguntamos a un montón de personas, fuimos a información, nos paramos con el mapa veinte veces y no, después de hora y media más o menos nos rendimos. Nunca apareció el museo! O más bien, nunca aparecimos nosotros en el museo. Cambio de planes: visitamos Frauenkirche, hermosa, una iglesia que “fue totalmente destruida en 1945 y que quedó en ruinas hasta 1990. Después 600.000 personas de todo el mundo donaron más de 100 millones de euros para que se reconstruyera, y la terminaron en 2006” – o al menos eso dice mi bello mapa USE-IT (USE-IT.travel), el mapa más práctico que he encontrado hasta el momento. Aunque aun con el mapa nos perdimos, pero de eso creo que no podemos culpar a nadie.

A la noche nos reunimos con Suzie, Anni, Anabella y Matteo, que también habían ido a Dresden por el fin de semana. Estuvimos en un par de bares, súper tranquilo. Al día siguiente madrugamos y nos fuimos al ya no tan bien estimado Stadtmuseum. Muy, muy lindo. Pasamos por una antigua sinagoga, fuimos al balcón de Europa (Brühlsche Terrase) y caminamos por el parque del castillo Zwinger, que está en pleno centro. Hay que admitir que a todos estos lugares los encontramos después de andar varias vueltas cual detectives! Y cuando no teníamos idea y mirábamos el mapa o preguntábamos por ahí, era immer geradeaus, immer geradeaus (“siempre para adelante”), que terminó siendo la frase del viaje. Nos fuimos a tomar el té a una confitería muy bonita. Queríamos, claro, té con torta… salvo que las paspadas en vez de mirar la parte de “tortas” en la carta, miraron “postres”. Nosotras, re confiadas en que habíamos pedido una torta de manzana y una torta de frutos rojos, no entendíamos nada cuando apareció el mozo con un bowl de yogurt con mermelada de arándanos y un panqueque de manzana. Qué risa! Para atrás este viaje.

A la noche terminamos yendo a un bar por el centro. La anécdota de la noche: no había lugar para sentarse y Cris, que quería conocer algún muchacho, encontró una mesa con tres sillas vacías… y tres chicos sentados a la mesa. Qué risa. Las otras dos a pura charla con dos flacos, que terminaron no siendo lo que querían, y a las 2 ya me abrían los ojos en señal de “vámonos de acá!”. Me maté de risa porque yo sí terminé charlando con los otros dos marginados (por Cate y Cristina) y que resultaron re simpáticos. Qué pavas.


Último día, agarramos las mochilas y nos fuimos a la estación de tren para dejarlas hasta las 5, la hora en que salía el bus. Emprendimos camino hacia Pillnitz, un castillo un poco alejado del centro (media hora en colectivo), enooooorme, con un parque hermoso y muchísimos tipos distintos de plantas en invernaderos. Muy lindo cierre para un viaje muy lindo.



viernes, 10 de octubre de 2014

Primer mes

Ya pasó un mes. Es impresionante lo rápido que se pasa el tiempo. Me doy cuenta de que estoy viviendo mil cosas nuevas, conociendo gente nueva todos los días. Lo estoy pasando tan pero tan bien que quiero que se pare el tiempo.

Este mes estuve cansada todos los días. Re cansada. Justamente, todas las cosas nuevas que ocupan lugar en la cabeza, aprender nuevas maneras de hacer las cosas –como inscribirse en las materias! Puntito para la FAHCE, acá es un lío terrible–, aprender de a poco el alemán, que va mejorando cada día, organizarse con horarios nuevos –ya son mayoría los días en que ceno entre las 20:00 y las 21:00hs. –, en fin… adaptarse.

Pienso que hace un mes que estamos acá y ya me pude dar el lujo de conocer Berlín. Qué lindo! Viajamos allá por cuatro días, Suzie, Vicky y yo. Realmente hay partes de la ciudad que parecen de película. De esos edificios, uno al lado del otro, casi igualitos pero de distintos colores, con flores en los canteros de las ventanas, con chicos en bici andando por la vereda, banquitos al sol frente a un lago donde la gente se sienta a leer, puentes por acá y por allá que te dan una vista súper relajante de árboles con hojas verdes, amarillas y rojas. Hermoso.

Alquilamos bicis y pudimos recorrer gran parte del centro de la ciudad. Fue una excelente idea, porque si no nos habríamos perdido de ver un montón de cosas lindas. Fue más un turismo callejero que otra cosa: nos faltaron los museos, por ejemplo. Vimos dos partes del muro, el monumento a los judíos, la Catedral, la torre de TV y Checkpoint Charlie; estuvimos en Tiergarten, en Berlín Tempelhof (antiguo aeropuerto, convertido en parque público) y en Alexanderplatz. En esta última se estaba festejando el Oktoberfest. Muchísima gente, tomando y comiendo al rayo del sol el 3 de octubre, feriado nacional en Alemania. Nosotras no queríamos ser menos así que nos buscamos un lugar para almorzar ahí. De un segundo al otro, Fernandita compró terreno. Alguna anécdota tenía que salir de Berlín! Metí el pie en un agujero, en una de las tablas del piso de la tarima donde estaban todas las mesas al aire libre. Metí la pierna hasta la rodilla. Qué tipa boba, para dejarlo en términos suaves. Me raspé de lo lindo la pantorrilla y me acordé todo el fin de semana (del dolor, porque la raspada me va a durar bastaaante más). Pero claro, esa no es la única: el último día, después de repetirme mentalmente mil veces “cuidado con las vías del tram, cuidado con las vías del tram”, no podía irme de Berlín sin que se me metiera la rueda de la bici en las vías del tram. Me caí con bici y todo encima. No me podía parar de la risa, qué tipa tonta.

Fue un viaje parcialmente vegano: Berlín está a full con los restaurantes veganos y vegetarianos. La primera noche comimos en Vöger, un sucucho con tres mesas nada más, pero donde comí el Döner más rico hasta ahora, con hamburguesa vegetariana. La segunda, restaurante vietnamita, para el que conseguimos una tarjetita de descuento de un venezolano que conocimos en el sucucho de la noche anterior. La última, Armando, uno de los recepcionistas del hostel, italiano, nos guió hasta otro sucucho, también súper peque, de comida sudanesa. Las tres veces fuimos las últimas que se fueron del local, y las tres veces nos pusimos a charlar con los que atendían. Cuál más simpático! Re lindo.

Me acuerdo de que nuestro primer jueves en Erfurt fuimos a una Stammtisch de español –una tertulia, como le dicen acá–. Nos pusimos a charlar con latinoamericanos que están acá hace por lo menos dos años. Y me acuerdo de que uno de ellos me dijo “esperá un mes y vas a ver que los alemanes no son tan simpáticos como decís”. La verdad es que todavía no me he encontrado con algún alemán que no nos quisiera ayudar, todos siempre con una sonrisa; en Berlín, dos veces tuvimos que parar a alguien en la calle para preguntar por direcciones y las dos veces estas personas sacaron su celular y se pusieron a buscar en el GPS para guiarnos hacia dónde ir. Igualmente, sé que pesa el factor “extranjero”. Erfurt no es una ciudad muy grande, y si bien hay gente de otros lados, se ve que todavía no están tan acostumbrados porque se nota que les llamamos la atención. En la calle o en el boliche, siempre encontramos a alguien que quiere conversar con nosotros.

Y con respecto a las salidas, venimos bastante tranquilos. Un domingo fuimos al zoológico; cuando estuvo el Oktoberfest estuvimos un rato también… bueno, un ratitito. El día que empezó el festival comimos un asado (salchichas, venado y costillas de cerdo, creo) con unos alemanes, amigos de Bárbara, y a las 22:30 nos fuimos para Domplatz, donde era la feria. A las 23:02 había cerrado todo. Nada de luces, nada de juegos, nada de música, nada de puestos abiertos, nada de nada! Sin darnos cuenta cerró todo! De ahí rumbeamos para acá y para allá. Ese día caminamos lo que nunca. A la 1 a. m. deja de pasar el tram y vuelve a pasar una vez por hora hasta las 4 a. m., más o menos; llegamos más rápido a la Uni caminando… ahora, en otoño. En diciembre me quiero ver, ahí sí que va a estar jodido… Mientras andaba por Berlín en bici pensé en conseguirme una para Erfurt. Pero cuando nos tocó andar a la nochecita estuvo difícil! Si había llevado tres mudas de ropa, creo que me puse todo lo que tenía. Y recién empieza el otoño… mamita!

En cuestiones de viaje, mañana vamos a Dresden. Esta vez es un grupo más grande; Cate, Cristina (otra de las italianas) y yo vamos mañana, pero hoy salieron para allá Anni, Anabella, Suzie y Matteo. Seguro que lo vamos a pasar re lindo. Hay que aprovechar el último respiro antes de que empiece lo pesadito.

Académicamente viene todo muy, muy bien (aclaro: todavía no empezaron las clases, así que no sé cuánto me durará la calma). Hace unos días tuve el examen de francés: B1 avanzado! Yo que esperaba tener apenas un B1, saqué 58 puntos. Me explicaron que si hubiera sacado 59 entraba directamente en B2 intermedio. Así que tengo un B1 súper avanzado. Estoy feliz! Hoy tuve el de inglés y tengo un C1 súper avanzado también. (Debería tener un C2? No sé, no importa, estoy contenta con el resultado!) Y todavía me acuerdo de los nervios para el de alemán: a ese sí que le tenía un poco de miedito. Pero también me sorprendió: A2-B1. Después de alrededor de 8 años de no hablar ni estudiar alemán, lograr un B1 en un mes es motivo de alegrías! De ahí, Frau Schramm nos sugirió a cada uno las materias que podemos hacer para seguir con el alemán: 16 horitas semanales!! Pero acá es distinto a lo que conocemos nosotros. La semana antes de empezar las clases, según la materia y según el profesor, uno se debe anotar o bien por Internet o bien mandándole un mail al profesor, “pidiéndole permiso” para ir a su materia. Esta es la inscripción informal. Acá entran en juego los puntos de los exámenes de lengua extranjera: quien no tiene X cantidad de puntos no puede hacer tal o cual materia –requisito del profesor–. Durante las primeras dos semanas de clases uno va a cuantas materias quiera, para ver si gustan, qué tal profesor, qué tal los contenidos, etc. Recién en la tercera semana comienza la inscripción propiamente dicha. Hay tantas materias re interesantes para hacer que no me alcanza la semana para ponerlas en mi horario… ya sé, soy una nerd total. Pero bueno, calculo que eso no se me va a ir más.

Estoy muy contenta. Re contenta. :)